El fin de "Chino Tardío"
Unos tipos extraños han venido a molestarme y a pedirme que diga unas palabras acerca de Chino. Primero que nada, debo aclarar que no tengo nada malo que decir de Chino. Ni una sola palabra. Y esto se debe a una razón muy simple: todos los recuerdos que guardo de Chino datan de una época gloriosa de su vida, justo antes de que yo muriera y él me enterrara en el patio de su casa. Soy Oliver, el perro que acompañó a Chino durante sus mejores años —los últimos en el colegio y los primeros en la universidad— y ahora que volví a la vida espero pronto convertirme en su principal biógrafo.
Según me han contado, los intentos de Chino por traerme de vuelta a la vida datan de su segundo período como concejal en San Clemente. Fue en esa ilustre ciudad que Chino contrató a una medium parapléjica, especializada en encontrar cadáveres de mascotas desaparecidas, para que me contactara. Agradezco los esfuerzos de Chino y de la medium, pero quiero dejar algo en claro: estar muerto y ser contactado desde el mundo de los vivos es de lo más desagradable. Es como si te llamaran por teléfono pero tú fueras el teléfono.
El primer sonido que atravesó el umbral que separa el mundo de los muertos del de los vivos fue, como era de esperarse, un ladrido. Un ladrido mío. Chino, lo recuerdo, se sobresaltó y miró hacia fuera por la ventana de la casa de la medium. Pensó que le estaban robando el auto y que los perros ladraban. Pero era yo, Oliver, desde el otro mundo. La medium le dijo que ahora comenzaba el largo proceso de aprendizaje del lenguaje humano, mucho más rápido por no estar ya mi mente encerrada dentro de los límites del cerebro perruno, pero de todas formas muy prolongado. Lo primero, dijo, es darle al espíritu de Oliver un cuerpo, con la finalidad de hacer de la comunicación con él algo más "amable a la vista". Además que la estética oscura del espiritismo ya está pasada de moda; lo que se viene en espiritismo es “lo luminoso”, “lo alegre”, dijo la medium. Así que, desde ese momento en adelante, cada vez que me invocaban yo me corporizaba en una palm. Sí, una vieja palm que Chino tenía y con la cual solía hablar ya mucho antes de que yo la ocupara como cuerpo temporal, pues la quería mucho. La palm no funcionaba hacía décadas. Luego de la palm, utilicé como cuerpo temporal un viejo cajero automático de BancoEstado (fuera de uso desde la desaparición de la empresa). En ocasiones Chino comenzaba a abrazarme, pero en realidad estaba buscando por dónde sacarme dinero. Finalmente la medium me corporizó en un cuerpo femenino que Chino consiguió no sé cómo ni dónde. Cuando me vio con mi nuevo y definitivo cuerpo dijo "Nice, nice" y se frotó las manos. A veces me llama Oliver, a veces me llama de otras formas.
Estoy seguro que esos años memorables que compartí con Chino siendo un perro —y que, dentro de su biografía, llamo “Chino Clásico”— volverán ahora que he vuelto a la vida. A veces me dice que sigo siendo el mismo perro estúpido.
7/16/2006
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