8/16/2008

Facebook

Facebook
es bueno saber
que conozco a gente
que conoce a gente
que conoce a gente.

Es una suerte
de extraña certeza.

Un conocido
de un conocido
de un conocido
tiene un Magíster
en Ciencias de la Comunicación
o al menos eso muestra
su perfil de Facebook.

9/12/2006

AQUÍ TERMINAN LAS AVENTURAS DE CHINO
próximamente: Bascopé, un sentimiento más que un pensamiento, el blog











Microcuentos eróticos de terror:

Cuando ella despertó, Chino todavía estaba allí.

8/29/2006


(no hay más preguntas, señores del jurado)



8/14/2006

Del libro de Chino para conquistar chicas:

Romance Express



Tres simples y rápidas estrategias para llegar a cualquier parte de una mujer sin pasar por su corazón. Ojo: sólo para temerarios.
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Método 13: "En el matrimonio"



De la informe masa de mujeres aparentemente decentes (pero salvajes en el fondo) que pululan en cualquier fiesta de matrimonio, elegir a la presa. Servirse un trago y pararse a una distancia de unos diez o quice metros de ella, mirándola directamente a los ojos y de forma ininterrumpida. Rellenar la provisión de alcohol cuantas veces sea necesario. Si la chica se pone incómoda y se va a otro lugar de la fiesta, seguirla: significa que está dispuesta a todo. De no ocurrir esto, seguir esperando pacientemente, pero lo más importante: sin dejar de mirarla. ¡Listo! Eventualmente ella se acercará a hablarte. Sólo hay que tener paciencia.

Método 46: "El místico"



En cualquier fiesta, asado o reunión social, acercarse a la chica a seducir. A continuación implementar las dos tácticas que se detallan a continuación de forma abolsutamente sincronizada y continua. Por un lado, repetir el mantra: "Yapo, porfa, un poquito, yapo, porfa, un poquito...". Por otro lado, aplicar las tocaciones sagradas en los puntos precisos y en el orden indicado: cadera, hombro, cintura, cadera, hombro, cintura... La mujer elegida caerá a tus pies. Está escrito en las estrellas.

Método 2: "Todo o nada"



Acercarse a cualquier mujer en cualquier lugar y ponerle una mano en la entrepierna. Soportar los gritos, arañazos y empujones, hasta eventualmente verse obligado a sacar la mano. Volver a poner la mano en el mismo lugar. Soportar nuevamente las imprecaciones y agresiones de la chica. De ser nuevamente apartado por la mujer, volver a poner la mano en el mismo lugar, por tercera vez. Si la chica te permite dejar la mano en su entrepierna, es que algo quiere contigo. En caso contrario, intentar todo el procedimiento de nuevo con otra mujer.

8/08/2006


Entrevista a Chino:

"Ya no justifico el uso de la ironía"

En entrevista exclusiva con El Observador del Maule, el candidato a alcalde por San Clemente desmiente versiones sobre su "oscuro pasado".

OM: Vamos directo al grano. ¿Participó durante su juventud en actividades subversivas?
Chino: No, en ninguna, por Dios y la Virgen.
OM: Se habla de un programa de radio llamado El Sentimiento Civilizado
Chino: Bueno, déjame decirte algo. ¿Cuál es tu nombre, muchacho?
OM: Anselmo, pero esta entrevista la hago como corresponsal de…
Chino: Mira, Anselmo. Todo esto que tú ves ahora, antes no era así. Antes no había la libertad de expresión de que disfrutamos hoy en día. Los tiempos que me tocaron a mí en la universidad eran tiempos difíciles.
OM: Es decir que usted reconoce su part…
Chino: Pero claro, pues, hombre. En esos tiempos era necesario que alguien alzara la voz y dijera unas cuantas verdades. Doliera a quien le doliera. Es por gente como yo, me refiero a mi generación, pero especialmente a mí mismo, que hoy tú puedes estar haciendo tus entrevistitas.
OM: Entiendo que esa organización tenía un órgano escrito, Bala 9, un boletín…
Chino: Sí, éramos jóvenes, teníamos muchas cosas que expresar, como nuestra identidad… y todas las energías que uno siente cuando es joven, tú me entiendes…
OM: No, no le entiendo, ¿se refiere usted a los impulsos...?
Chino: ¡A la poesía, hombre! ¡Bah! Ustedes, las nuevas generaciones no saben lo que fue la década del los diez. Eran tiempos muy duros… la represión.
OM: Sin embargo, según se sabe, los métodos con que operaba esta organización…
Chino: Bueno, hombre, los métodos estaban de acuerdo a la época. Hoy en día no es necesario, no se justifican.
OM: Bueno, he investigado al respecto. ¿Qué opina, por ejemplo, de esta frase: “Mastúrbense todos los días los chuchesumadres”?
Chino: Nada. No sé de qué me estás hablando.
OM: ¿Por qué se va? Por favor, Señor Chino, quédese. Es una frase suya, la dijo en el programa de radio. ¿Se hace cargo de ella?
Chino: Bueno, pero, desde luego, cómo se te ocurre que no me voy a hacer cargo de ella. Soy bien hombrecito, para tu información. Como te estaba diciendo, eran otros tiempos. Había que romper ciertos tabúes...
OM: Entiendo. Era una suerte de metáfora…
Chino: Más que una metáfora, era una metonimia. Pero tú qué vas a saber de esas cosas.

8/07/2006

Del libro de Chino para mentir
Apéndice II: "Cómo solucionar paradojas e incoherencias"


En algunos manuales del ramo se ha tratado exténsamente este tema, el de las incoherencias y paradojas que surgen a medida que uno va volviendo su vida una total y completa mentira. Porque hasta al mejor mentiroso le pasará que mientras su maraña de intrigas y subterfugios para parecer una persona interesante va en aumento, comienzan a aparecer inevitablemente incoherencias marginales, cuya acumulación debe evitarse a toda costa pues no tardan en alcanzar una masa crítica que puede mandarlo todo por la borda. La mejor medida es siempre inventarse completamente una nueva vida, un nuevo apodo, nuevas aficiones y una nueva forma de hablar, y mantenerse firme hasta el final y en toda circunstancia con esa mentira sobre uno mismo, aunque vaya totalmente en contra de nuestra naturaleza, si es que la tenemos. Pero la experiencia me ha mostrado que ello es a veces imposible, ya que a medida que uno se va integrando a grupos de personas (donde puede comenzar de cero), van quedando grupos del pasado que lo conocen a uno, o conocen las mentiras que uno había probado contar antes, y eventualmente, por más que uno trate de evitarlo, es altamente probable que en determinado momento esos dos universos estarán en condiciones de chocar y desarticular todo el entramado de engaños que uno ha preparado con tanto cuidado y dedicación.

Es en este punto donde se deben comenzar a aplicar estrategias secundarias o de contingencia. Hay un sinnúmero de ellas, como son juntarse sólo con borrachos y/o gente estúpida, enojarse y ofenderse cuando alguien cuestiona la realidad de nuestras mentiras, o decir por una vez la verdad (estrategia que no recomiendo). Pero la mejor estrategia, según mi humilde opinión, la táctica que a mi nunca me ha fallado cuando he sido descubierto en una mentira insostenible (como haber dicho que soy amigo de alguien que no conozco o que he tenido una relación con una mujer que jamás se fijaría en mi y voy a un lugar donde esa persona está) es poner cara de perro tonto. PCPT es, desde mi punto de vista, una de las pocas estrategias que logran efectivamente sacarte de esos aprietos. No es una estrategia muy pulcra, deja residuos y dudas, pero te libra de tener que dar explicaciones. Ante PCPT, la gente queda confundida, los testigos se miran desconcertados y te buscan la mirada (cosa que debes saber evitar sin que se note), generándose durante un momento un estado confuso, un pequeño caos social en el que nadie sabe qué hacer, lo que te da tiempo de inventar otra mentira que te saque temporalemente del dilema.

8/05/2006

Del libro de Chino para iniciar peleas
Método 4: "En la fiesta"

De todas las cosas que pueden ocurrir en una fiesta ninguna se compara con ver una buena pelea. Salvo, quizá, ver una pelea entre mujeres, o sexo entre mujeres, o tener sexo con una mujer, grabarlo y verlo después. Pero, bueno: ninguna se compara con ver una pelea, excepto participar en una. Ahora bien, la idea no es ser un matón (ir a pegarle a alguien sin mediar provocación) o, menos aún, un héroe (pelear por razones justas), sino provocar a alguien hasta obligarlo a que te golpee… y después ver qué se hace. Como un cobarde.

En primer lugar, uno debe ubicarse en algún lugar transitado (un pasillo, una escalera, el brazo de un sillón) y poner el hombro o el codo a quien por allí pase, cosa que choque con uno. Si alguien se molesta y se da vuelta se debe sonreír y pedir disculpas, o incluso ofrecer un trago. Pero cuando el mismo tipo vuelva a pasar, hay que volver a molestarlo. E insistir e insistir, cada vez con mayor violencia.

Pasando a una conversación en grupo, se deben poner temas polémicos (racismo, clasismo o incluso religión) e intentar resultar insultado o despreciado de alguna forma. Se puede argumentar ser “judío”, “indígena” o “pobre”, con tal de tirar a la gente contra uno. Hay que recordar que, al momento de iniciarse las agresiones, uno debe aparecer como el agredido, como el que se defiende, ya que esto justifica el someter al agresor a los castigos más crueles, como meter los dedos en los ojos o golpear bajo el cinturón. O incluso huir. Con un poco de esfuerzo y sugestión (y alcohol) uno mismo puede llegar a convencerse de tener la razón, de estar defendiendo el honor, el orgullo o lo que sea. En caso de querer precipitar un poco más el desenlace, se pueden defender posiciones dudosas, como el derecho divino o el apartheid. También se pueden defender posiciones contradictorias o absurdas, siempre que ello irrite a eventuales contrincantes.

Como se sabe, la forma más rápida de conseguir un enemigo es disputando a una mujer. Elegir a un tipo e interesarse por su novia resulta particularmente efectivo, aunque puede adelantar las cosas. Uno debe procurar ser simpático con la novia del tipo, mostrarse inteligente y desenvuelto, casi como si realmente quisiera algo con ella. Casi. Esto, por todo el tiempo que sea posible. De no haber una chica implicada uno debe interesarse por cualquier chica (o pretender hacerlo) con tal de conseguir un adversario. Luego de tener chica y rival, y de haber comenzado una conversación con ella, agredir verbalmente a la chica o de plano empujarla, de tal forma de obligar al tipo a que, guiado por su caballerosidad, la defienda. También se la puede intentar besar o manosear. Hay que decir que esto sólo funciona en contextos relativamente conservadores.

Para iniciar peleas en una fiesta o reunión social, resulta tremendamente eficaz hacer notar que uno es un miserable a quien no le importa nada: ni parecer aburrido, ni ridículo, ni la vergüenza, ni la humillación. Esto despierta inmediatamente la ira de las personas, incluso en las mentes más equilibradas.

8/04/2006

EL PRINCIPIO DEL FIN
O DE COMO EL REGALÓN DE TODOS SE TRASFORMÓ EN EL ENEMIGO PÚBLICO NÚMERO 107


A los 24 años, Chino creía que todo había salido según sus cálculos. "Le caigo bien a todos", se repetía a sí mismo, satisfecho, mientras observaba su contundente lista de messenger, haciendo correr de arriba a abajo y viceversa, una y otra vez, la barra de desplazamiento. A esas alturas ya ni siquiera se molestaba en responder las acusaciones de "amarillo" o los rótulos de "PPD" que le colgaban algunos que lo conocían mejor. A veces sentía voces en un cabeza que le gritaban algo así como "mójate el potito", pero ya había aprendido a ignorarlas. Bajó de peso lo justo para parecer un "gordito simpático" y no un "gordo repulsivo". No era muy admirado, pero creía que eso lo solucionaría en la medida que lograra integrar mejor en sus conversaciones la Palm que se había comprado, y los accesorios que podía añadirle con el tiempo.

Pero depronto algo comenzó a emerger desde las tinieblas. Voces de odio contra Chino comenzaron poco a poco a hacerse escuchar. Algunas personas que habían aparentado estimarlo empezaron a mirarlo con otros ojos, con ojos más críticos, más racionales. El disfraz de Chino estaba a punto de caer, dejando al descubierto la mala leche que se ocultaba en el fondo del corazón del autoproclamado "regalón de todos".

Todo comenzó una noche de agosto, pero podría haber pasado en cualquier otro momento: en una tarde de noviembre, o en una mañana de marzo. Era inevitable. En privado, una mujer le preguntó a Chino qué opinaba sobre ella. Chino respondió haciendo gala de su famoso sentido común. La respuesta parecía ser satisfactoria. Chino no escatimó tópicos para congraciarse con ella. En su mutuo propio, creía que tenía posibilidades de conquistarla. Yeah, right.

- Creo que eres una mujer muy inteligente, encantadora, ingeniosa, chistosa, simpática y sobre todo muy segura de tí misma. Siempre he admirado eso. Me gustas cuando callas, porque estás como ausente. Tus ojos son como dos luceros. Además, se nota que eres muy fuerte, una mujer muy fuerte. Muy fuerte. Estoy de acuerdo con todo lo que dices, con todo. Nunca había encontrado a nadie que pensara de una manera tan singular respecto a ese tema y con la que a la vez yo estuviera tan de acuerdo. Me carga la gente que no tiene opinión. Como ese de ahí, ¿ves a ese de ahí, el de lentes? Sí, vino conmigo, pero no somos tan amigos... es que no tiene opinión, yo tengo que decirle todo lo que tiene que hacer... Además tienes buen gusto, esa cartera te quede increíble. Súper lindas tus botas. No, no tienes cara de tonta. Todo lo contrario. Te ves hermosa, y sin embargo te respeto. Creo que hacemos un buen equipo. Tenemos como una conexión especial.

Pero ese día Chino andaba falto de chispa. Habían pasado casi dos meses y ninguna mujer caía en sus tretas. Estaba un poco desesperado: su ducha estaba tapada por un conglomerado que no estaba constituído por pelos, si no por enormes cantidades de una sustancia viscosa que el plomero no supo (o no quiso) identificar. Por eso, cuando luego de dos horas de lo que él creía que era un flirteo con posibilidades, ella comenzó a hablar de lo maravilloso que era su novio, Chino perdió el control.

- Sí, suena como un tipo realmente maravilloso. Pero más maravillosas son tus tetitas.

Probablemente, si aquella no hubiera sido la primera vez que esa chica veía a Chino, el exabrupto hubiera pasado colado entre el sinnúmero de referencias sexuales explícitas que Chino solía hacer cuando hablaba (dentro de las cuales ésta habría sido considerada una delicadeza). Pero tuvo mala suerte. Por algún motivo esta mujer consideró que había sido un exceso inadmisible. Un abuso ignominioso. Una falta de respeto hacia su género. Esa noche, Chino pensó que solamente había perdido la oportunidad de tener contacto sexual con esa mujer. Lo lamentó, pero ya se iba acostumbrando. Sin embargo, las cosas no acabaron ahí. Al parecer, esa chica tenía ciertas influencias dentro de ciertos círculos. La mala fama de Chino comenzó a crecer como una bola de nieve, imparable. En algún momento tenía que pasar, pero Chino no lo vio venir.

8/02/2006

Síndrome Chino
El secreto peor guardado

De tal forma que cuando le llegó su turno en la ridícula dinámica de presentación que había propuesto el profesor, el delgado y moreno joven de melena se puso de pie y dijo su nombre, seguido de un inesperado: “Pero me pueden decir Chino”. Y se quedó parado sonriendo hasta que se dio cuenta de que debía sentarse. Era marzo del año 2000. Las computadoras no se habían vuelto locas, el mundo no se había acabado y la humanidad se hacía a la idea de que tendría que seguir aburriéndose en él, al menos por unos cuantos siglos más. Ese mismo año, lleno de ganas e infundadas esperanzas, Chino comenzaba su primer año de universidad, el primero de doce largos, eternos e inútiles años en la universidad.

Diecinueve años antes, una célula se dividía en dos y luego en cuatro, intentando escapar inútilmente a su infame destino: convertirse en Chino. A los tres meses de gestación Chino ya había adquirido la apariencia que lo acompañaría por el resto de su vida: gordo, lampiño y desproporcionado (salvo durante una pequeña parte de su juventud en la que fue flaco, lampiño y desproporcionado). Sin embargo, algo sucedió durante la cuarta semana de desarrollo del pequeño Chino: debido a causas probablemente genéticas (o a la mala suerte, también de origen genético) el músculo lingual inferior (Lingualis inferior), depresor y retractor de la lengua, no se desarrolló completamente. ¿Consecuencias? El síndrome Rimski-Korsakov.




A los quince años Chino besó a una chica y ella le dijo que se sacara lo que tenía en la boca. Fue la primera vez que el joven Chino se dio cuenta de que había algo raro con su lengua. En efecto, la atrofia de su músculo lingual inferior le impedía mantener a raya su órgano del gusto durante la actividad besatoria, lo que se traducía en una molesta e insistente rigidez del mismo. Serían necesarios cuatro años de sobrenombres y humillaciones para que Chino se diera cuenta que a las mujeres no les gustaba su lengua rígida. Desde ese momento, Chino se propuso llegar a la universidad, un lugar en donde podría comenzar una nueva vida. Antes de entrar, se trató la rigidez de la lengua con una terapia por correspondencia hasta superarla casi por completo. Pero a mitad de primer año, cuando ya todo el mundo le llamaba por el neutro e inofensivo apodo de Chino, cuando todo parecía ir según sus ingenuos planes, un travieso compañero se le acercó durante un recreo y le bajó los pantalones en medio del pasillo lleno de gente, revelando un novedoso e inesperado aspecto morfológico asociado al síndrome. La pesadilla volvía a comenzar. Esta vez la malformación no tenía mucho que ver con la rigidez y sí mucho con la atrofia.

Nota para los estudiosos

El síndrome tuvo dos manifestaciones más, cuyas consecuencias en la vida de Chino no se han estudiado hasta el momento. En primer lugar, una dificultad para pronunciar correctamente la letra “s”, la que dio como resultado un siseo similar a la pronunciación hippie de esa letra. En segundo lugar, se comprobó que cuando se le pedía silbar o tararear una canción cualquiera, Chino siempre repetía (sin darse cuenta y muy mal, por lo demás) la misma melodía: Scheherazade, de Rimski-Korsakov.

7/31/2006

Chino lo es Todo

Traducción libre de un canto ceremonial de aborígenes Chile de sudamérica que data de mediados del siglo XXI y que habla de un personaje mítico llamado Chino, una especie de daimon de generosas formas. Según la interpretación de Romanoski (4175b) se trataría del dios de la ambiguedad, la lujuria y el fracaso.


Chino camina entre nosotros. Nos observa. Está en todos los lugares, en todos los rincones. Está incluso ahí, donde menos te lo imaginas. Chino sabe. Chino es más grande, más ancho, más extenso que cualquier cosa imaginable. Chino duda. Chino es más gordo, más amplio y redondo que cualquier planeta, que cualquier astro. Chino es puro. Chino es poderoso, como un millón de bombas de hidrógeno. Chino es la fuerza de la verdad. Es la música que hace vibrar a la humanidad. Chino es un millardo de almas clamando por justicia, por dignidad, porque sí. Chino es solemne, es discreto, y a la vez es apabullante y estridente; es la sinécdoque de todo lo bueno, de todo lo malo, de todo lo humano. Chino no tiene alma. Chino no tiene culpa. Chino no tiene verguenza. Chino no tiene nada. Chino es la única tendencia correcta, es una megatendencia. Chino no tiene tiempo y a la vez es El tiempo. Chino es la demora y la espera infinita. Chino es cauto. Chino no discrimina. Chino es todos los olores en uno. Chino es más que chino, es una hipérbole de Dios mismo. Pero en feo. Chino es otra cosa.
Chino comienza
o La gran matanza (de Chino)

A los treinta años Chino se detuvo, dio media vuelta y contempló lo que hasta ese momento había sido su vida. Fue un vistazo muy corto pues no había mucho que mirar. Y lo poco que vio no le gustó nada. Tenía un puesto dentro del Partido, incluso había inaugurado una nueva tendencia dentro del mismo (“los guatones”), pero era su único representante y no sabía muy bien qué opinaba (o qué debía opinar). Tenía algunos contactos en la Universidad de Talca. Tenía una suscripción en calidad de miembro a la revista chilena de Ajedrez, Mate Pastor, que le llegaba puntualmente los días cinco de cada mes. Eso era, más o menos, todo lo que tenía.

Desde hacía algún tiempo venía teniendo una pesadilla recurrente con cuyo significado no lograba dar: pedaleaba furiosamente en una bicicleta de ejercicio, pero sin avanzar un centímetro. Despertaba sobresaltado y bañado en transpiración. El psicólogo le dijo que las bicicletas de ejercicios no avanzaban, así no que había de qué preocuparse. La siguiente vez que Chino tuvo ese sueño se acordó de esto y pudo pedalear tranquilamente por un rato, hasta que se percató de que el número de calorías quemadas se mantenía en un lacónico cero. Volvió a despertar de un salto.

El médico le había dicho que su caso era muy raro: su crisis de los cuarenta se había adelantado diez años y se había mezclado con lo que quedaba de su crisis de los veinte. El profesional describió el cuadro clínico de Chino con las siguientes palabras: “Usted tiene la inteligencia emocional de un niño-lobo de doce años”.

La noche de su cumpleaños número treinta —presumiblemente debido a una fatal mezcla de torta y somníferos— Chino volvió a despertar de la misma pesadilla, pero en esa ocasión —y debido quizá a la misma mezcla— decidió hacer algo: si quería llegar a alguna parte en lo que le quedaba de vida útil (diez años o menos, probablemente dos o tres) debía aprovechar las miserables migajas de poder que había cosechado hasta la fecha para eliminar todo rastro de su pasado. A como diera lugar. Así comenzó otro de los grandes proyectos fallidos de Chino. ¿Su primera víctima? Ángela Jocelyn Zúñiga Zúñiga: la chica que en segundo medio le había puesto el desafortunado apodo de “El lengua dura”, obligándolo a inventarse el alias que lo acompañaría por el resto de su vida, el comienzo de todas sus desgracias: Chino.

7/29/2006

El fin de "Chino Tardío" (2ª parte)

Se imaginarán como me ponía cuando se iba haciendo de noche. El temor, la desesperación y la angustia iban en aumento a medida que pasaban las horas. Todos los días era lo mismo. Lo que yo debí sufrir durante esos terrible años no se lo doy a nadie. Hubo un tiempo en que le dió por dormir desnudo. Fue una época negra para mí, una época que prefiero no rememorar. Sólo imagínenselo. Cómo si no bastara con los olores... Soy la sábana de Chino, y ahora que ese gordo infeliz murió, puedo hablar.

No ha sido nada de fácil. Durante años se me conoció como "la tiesa". Imaginarán lo humillante que era para mí, sobre todo porque no podía revatir a quienes me daban ese denominativo: ellos tenían razón. Pero no era culpa mía. Muchos me llamaban y aun hoy me llaman "la pasada a poto", apodo que derivó más tarde en "lapasapo" y luego en "la sapo". No es nada para la risa.

Dije que no era para la risa.

Pero hay que ser justos. No todo fue malo. En los años mozos de Chino, aquello que sus estudiosos (una bola de pelotudos) han comenzado a llamar el "Chino clásico" o algo por el estilo, él tuvo un par de parejas sexuales bastante interesantes. Vaya a saber uno como un gordo lampiño y hediondo como ese conseguía acostarse con esas mujeres, pero aunque parezca increíble, lo hacía. Lo hacía mal, si se me perdona la infidencia, pero lo hacía, que al final es lo que importa. Eran buenos momentos, cortos pero buenos. No eran momentos perfectos, siempre estaba ese molesto detalle: Chino también estaba en esa cama con nosotros. Pero era lo único que yo tenía en aquel entonces, lo único que me permitía seguir en pie, conservar algo de mi pisoteada dignidad. A veces, y esto no es para que lo anden ventilando por ahí, esas chicas se quedaban solas conmigo en la pieza, largas horas. No sé en qué andaría Chino, comiendo, viendo televisión o metido en internet bajando pornografía, lo de siempre; gracias a eso, a esa actitud molesta y absurda que adoptaba ese obeso repugnante, ellas se quedaban acostadas y aburridas esperándolo, aguardando por ese individuo sospechoso que habían elegido, talvez en qué estado etílico o psiquiátrico, como pareja sexual. Y en la soledad, y llevadas por la abulia y la frustración, a veces ellas y yo, yo y ellas, ya saben... a veces, un par de veces, pasaron cosas.

7/27/2006

Últimas Noticias Acerca de Chino


A los 45 años, Chino se escribió a un costado de la cara con corrector:

¿Cuál es el verdadero rol de Chino en el siglo XXI?

Luego de lo cual se fue caminando hasta el puente La Paz en Recoleta y se arrojó al río Mapocho.

Las familias de las víctimas hicieron escarnio de Chino ante la prensa. Lo trataron de cobarde, de poco hombre, de impúdico, de amoral, de cínico, de traidor a la patria. Los partidarios de Chino defendieron el suicidio de Chino ad portas de su enfrentamiento en tribunales por el llamado "caso de los niñitos de la plaza", como una "acción de arte", la última y única acción de arte que Chino habría ideado y realizado jamás. "Chino era un práctico", dijo uno de sus amigos de infancia y juventud, "un práctico y un visionario disconforme, amante del buen vino, de las buenas mujeres y de la comida más o menos".

Así hablaba Chino será lanzado en agosto próximo. Son 4705 páginas donde se reune toda la obra de Chino (unas 26 carillas) seguidas de un estudio crítico profundo a cargo de connotados cientistas del medio de los cómics. Para el 2028 se espera el estreno de la primera de las dos películas que se preparan en torno a la figura de Chino, llamada "Chino Está Enojado" y dirigida por Gonzalo Justiniano, quién recibió fondos tanto de CORFO como de FONDART para su realización. Se trata de una sátira en la que se toman de la mano el sufrimiento y la redención de un ser humano que anhela la libertad pero se ve envuelto en un confuso juego de intrigas, culpa y desengaño, un panorama desolador en el que la única alternativa parece estar entre la muerte y el deshonor. Esta película, ambientada en la habitación en la que Chino vivió toda su vida, y que desde ya anuncia un final inesperado, promete. La segunda película, en preproducción y sin fecha de estreno, basada en parte en Así hablaba Chino, se publicita como una biografía del personaje en la que se abordará con especial énfasis la etapa de Chino como concejal de San Clemente y el famoso "asunto de las putitas", así como el "caso de los niñitos de la plaza" que llevó a Chino a su violento final, patético para algunos y glorioso para otros. También será dirigida por Gonzalo Justiniano y para el rol de Chino estaría confirmado Guido Vecchiola.
Próximamente...

"Chino no es suficiente"

"El hijo de Chino"

"Chino vuelve a la universidad (IV)"


...y en edición especial:

"Nacido bajo el signo de Chino"

7/25/2006

¿Rescate cultural
o rescate de Chino? (segunda parte)

Con Chino atrapado bajo kilos y kilos de su propia pornografía, la chica saludándome por Messenger creyendo que yo era él y el ordenador a mi entera disposición, una sola idea se apoderó de mi mente: avisar a Chino que le hablaban por Messenger y sacarlo —de paso— del aprieto en que se encontraba antes de que algo malo le fuera a ocurrir. Me dirigí al dormitorio inmediatamente, decidido a efectuar el rescate. Pero al cruzar el umbral de la puerta una visión abominable apareció frente a mí: Chino había logrado liberar su otra mano y el pudor no me permite decir lo que estaba haciendo, aunque es bastante fácil de imaginar —y comprensible, por lo demás—, con todo ese material erótico distribuido a su alrededor. Por nada del mundo se me hubiera ocurrido acercarme un solo centímetro más —no fuera a ocurrir algún desaguisado—, así que di media vuelta y volví a la oficina. Además, a juzgar por lo que acababa de ver, Chino parecía haber encontrado la forma de disfrutar de su confinamiento.

Volví a sentarme al ordenador y me disponía a seguir con nuestro proyecto, cuando la chica —la había olvidado— volvió a hablarme (utilizaba el simpático apodo de Dominatrix). Me preguntó qué estaba haciendo y yo le dije que estaba trabajando. Pasó un momento y me volvió a hablar, esta vez para preguntarme si estaba haciendo algo muy importante. Antes de responder, releí el pasaje que acababa de escribir en nuestro proyecto. “Claro que es importante, muy importante”, escribí a la chica. Y pensé para mis adentros: “¿Qué tipo de mujeres almacena Chino en su lista de contactos de Messenger? Tipas muy superficiales, seguramente, incapaces de valorar una verdadera labor de rescate cultural, como lo que estamos haciendo con el abuso de menores en el almacén tradicional de barrio. Tipas que no se merecen a alguien como Chino”. Cerré la ventana de Messenger, pero con tan mala suerte que erré el click y, en vez de desaparecer la chica y su —frívola— conversación, desapareció el —valiosísimo— documento en que estábamos trabajando. Me incliné hacia adelante, preocupado, y al apoyarme en el teclado, apreté sin querer la barra de espacio. Resultado: el —fundamental— documento se cerró sin guardar nada de lo que acababa de escribir.

Lo único que quedó en la pantalla fue la ventana de Dominatrix, quien, a esas alturas, me estaba proponiendo que nos juntáramos a tomar algo. La última frase que había escrito era: “¿En tu casa o en la mía?”. Estuve a punto de ser grosero con la amiga de Chino, pero de pronto me di cuenta de lo prejuicioso que había sido. A juzgar por lo que Chino decía de sus amigas, éstas debían unas diosas de la belleza, delicadas flores del alba, conocedoras, por si fuera poco, de diversos temas, de lo humano y lo divino. Mis ánimos se apaciguaron. “Mira, Dominatrix —escribí—, no ha sido mi intención confundirte, pero la verdad es que yo no soy Chino. Soy Antonio, un amigo de Chino. Él está —dudé un momento— ocupado en este instante, pero le puedo dar tu recado”. Envié el texto. “¡Ah! Así que no eres Chino”, escribió ella. El siguiente mensaje de Dominatrix tardó un poco más (veinte centésimas de segundo más) en llegar: “Pero podemos juntarnos igual, ¿o no?”.

7/24/2006

"Si una mujer te dice:
que por favor lo hagan sin condón
que se hizo el examen hace poco y no tiene Sida
que no te preocupes
que está tomando anticonceptivos
que hace tiempo no se acuesta con otro
que sí se puede
que no le importa
que por último mañana se toma La pastilla
que ella cacha de esas cosas
que ayer fue al ginecólogo y está impeque,
obvio que miente.
Pero no es culpa tuya."

7/23/2006

Chino: Un Gran Empresario

Finalmente, después de años de resistencia, de combatir contra su excesivo sentido común, de negarse a aceptar su destino, Chino cedió. Llamó a sus amigas y formó el primer circo de fenómenos de Chile. No le quedaba otra, ya que luego del escándalo de los cheques y su destitución como concejal, había caído en desgracia. El circo fue todo un éxito. La gente viajaba desde Talca, desde Curepto, incluso desde San Javier, para ver el show que Chino había preparado cuidadosamente y que presentaba en el gimnasio de un liceo fiscal de San Clemente. Una gorda bailaba semidesnuda un ritmo ya extinto llamado Regetón; otra se depilaba con un alicate ante la morbosa mirada de decenas de campesinos ebrios; una tercera se reventaba espinillas y con las descargas de su pus le daba a un blanco en movimiento colgado en la espalda de una enana coja y hermafrodita; y así, cada una de las amigas de Chino ejercía una exhibición monstruosa de sus particularidades fisiológicas y fisonómicas.


Chino se encajaba a duras penas un viejo traje rojo de maestro de ceremonias y salía a la pista a presentar a cada una de sus estrellas. Intercalaba cada número de sus fenómenos con pequeños monólogos supuestamente cómicos que él mismo preparaba. Aunque imitaba (mal) a personas que sólo él conocía, la gente lo encontraba simpático y lo alentaba. Pronto la mayoría olvidó todo lo que había pasado durante su último periodo como concejal, no sólo el asunto de los cheques, también lo de “las putitas”, la cuestión de la guagua
y el tractor e incluso el famoso “affair Chamorro”. Olvidaron todo porque la atracción que provocaba el circo generó una prosperidad inesperada en una ciudad que moría lentamente. La gente volvió a querer a Chino. Las señoras, las temporeras y campesinas de la localidad, trataban de casar a sus hijas con el regordete y momentáneamente próspero cirquero. Chino, o Don Chinito, como comenzaron a llamarlo, no se hacía mucho de rogar. No es que se haya terminado casando con alguna de aquellas adolescentes que cada día le eran presentadas, a veces incluso introducidas subrepticiamente a sus aposentos, como si Chino se hubiera transformado repentinamente en una especie de rockstar, pero se cuidaba de mantener la esperanza de esas familias respecto a eventuales bodas. Esos padres, al ver a sus hijas en los brazos del corpulento personaje, se sentían casi rozando la realeza. Según la opinión de Chino, con eso bastaba para hacerlos felices; según su opinión, no estaba haciendo nada malo.

Todo parecía ir viento en popa, pero, como suele ocurrir, la desmesurada ambición que se apodera hasta de los más nobles seres humanos cuando alcanzan la cima, pudo más que los ideales. Cuando se reveló que Chino mantenía a “sus amigas”, esos abyectos fenómenos, esos terribles errores de la naturaleza, esas masas informes de huesos, grasa y pelos que a duras penas aguantaban el rotulo de “mujeres”, en condiciones paupérrimas, en pequeñas jaulas cúbicas de 1 metro y medio de lado, jaulas que no sólo eran sus dormitorios, también sus baños y el lugar donde Chino hacía sus conocidas “visitas nocturnas”, parecía que la carrera pública de Chino había terminado, esta vez de forma definitiva, sobre todo cuando más tarde se supo que además algunas de sus “estrellas” habían tenido en algún momento una forma humana o la posibilidad de recuperarla, pero que Chino había intercedido y seguía haciéndolo, introduciendo diversas sustancias teratógenas en su dieta.

Pero Don Chinito tenía una as bajo la manga.

7/22/2006

¿Rescate cultural
o rescate de Chino?

Un buen día de otoño de 2009 estábamos en casa de Chino (o sea, en casa de sus padres) trabajando en un proyecto para el Bicentenario. Era un proyecto de rescate de los almacenes tradicionales de la ciudad de Santiago. Discutíamos sobre cómo incluir dentro de la sección de “patrimonio inmaterial” el abuso de menores. Yo opinaba que bastaba con una descripción detallada de esta desaparecida institución; Chino decía que debíamos agregar algún tipo de anexo documental, con fotografías o video, aunque se tratara de recreaciones. Yo estaba sentado al ordenador escribiendo mientras Chino se paseaba de la oficina a su dormitorio, argumentando su posición.

Estábamos en eso, cuando escuché un estruendo proveniente de la habitación de Chino. Al ir a ver qué había sucedido me encontré con un triste espectáculo: uno de los dos estantes que contenían la colección de películas pornográficas de Chino se había desplomado, atrapando a su dueño; literalmente, esta vez. Chino se quejaba ruidosamente, aunque con unos gemidos bastante mediocres. En ningún momento llegué a tomármelos muy en serio. Quería mucho su colección, sobre todo después de que le había ayudado a salir de la pedofilia (eran películas pornográficas en donde participaban exclusivamente adultos). Volví al ordenador a salvar lo que llevábamos escrito y regresé a ayudar a Chino. Tendido en el suelo y aplastado por el estante, se las había arreglado para sacar una mano y ponerse a mirar las tapas y contratapas de las películas. Parecía interesado y entretenido, así que lo dejé hacer y volví al ordenador. “Voy a tratar de meterle más blabla al apartado sobre el abuso de menores”, le grité a Chino. No hubo respuesta. Me puse a escribir.

“¿Qué decir de aquella íntima relación que se desarrollaba cotidiana y espontáneamente entre el querendón personaje de barrio y las regalonas de la cuadra en la trastienda del pintoresco almacén? Sin aparecer en billetes o en pinturas, sin duda se trata de una de las escenas fundantes de nuestra nación, en donde el añoso comerciante de barrio, verdadero depósito de experiencia, traspasaba toda su sabiduría a la inocente niña que iba a comprar huevos o aceite en botella, preparando con sabias manos el camino que la llevaría a convertirse en mujer. Todo ello, a través de una relación de tacto y cercanía, absolutamente desaparecida en medio del anonimato hoy imperante. ¡Qué decir de aquellos dulces que le prodigaba para acallar su boquita traviesa y mantener en secreto esa mágica experiencia que acababan de compartir!”.

Estaba en eso, pensando en la pertinencia del término "relación cara-a-cara", cuando se abrió una ventana de Messenger. Una de las numerosas mujeres que Chino tenía en su lista (había creado un grupo especial, llamado “Minitas”) me estaba saludando, creyendo que yo era Chino. Ante el cese en mi tecleo, Chino pareció advertir que algo sucedía, pues desde su habitación me llegó un preocupado: “¿qué pasa?”.

7/17/2006

Escena B

- Hola... ¿yu espik eni espanich or inglich?
- Hi, yo sé algo de espaniol... mi esposo habla sólo english.
- Oh... y what are you doing here, in San Clemente...
- Holidays...
- Jeje... This is a very beautiful zone of Chili. We have eni things to look around...
- Oh, good.
- Jeje... i'm of the city government... my name is Chino... Jeje, Chino, like your husband, jeje.
- Oh... and, what's your position?
- ¿Posichon? Oh, i`m very well positioned. I'm something like the mayor, you know.
- Oh, so important.
- Yeah, is something to tell. Can i sit?
- Oh, of course, i'm sorry... My husband's name is Motoo... His parents are japanese.
- Ahá... Hola... Do you like Chile?
- Yeah... Is a nice and peaceful place. I like it because i don't take holidays in almost ten years, you know. Long years totally dedicated to research and science... i love my career, but suddenly i feel i forgot my family... is a terrible feeling, you know, like a heart crush into your brain...
- Yes, i know, i know, is a great place, jeje. ¿Una cerveza?
- Eh... i don't underst...
- Cerveza means "beer"...
- Oh, i don't know... is cold, but... ¿don't you mad, Linda? ¿do you want a beer?
- Oh, ok.
- Serían tres chelitas entonces... "Chelita" is a folclorical way to designated the beer.
- Oh...
- ...
- Hace un poco de frío ahora, pero en verano es súper hot.
- ...
- ¿How do you know about Chily?
- Oh well, because my friend, a very notorious astrophysical researcher, work here, in Chile, in Paranal, one of the the world's biggest observatory, obviously you know, and he ever talk to us about the country, the people, the weather and the culture... Linda loves his stories about Chile... And i take his word, and we are here.
- Yeah, this is a very biggest country. When i was young, i have a really nice girldfriend and we ever think that: this is a beautiful long and skinny strip of land. ¿Do you know Pa-blou Near-udha?
Escena A
Motoo llegó a San Clemente una lluviosa mañana de julio, junto a su esposa Linda y su primogénito Pete. Se alojaron en la hostería de don Aurelio. En la tarde, cuando la lluvia amainó, salieron a dar un paseo y entraron a comer un bocadillo al restaurant La Perla de San Clemente, famoso por sus sopaipillas pasadas y por una foto de Neruda autografiada por Raul Zurita. Linda era la única del grupo que hablaba algo de castellano y ella pidió por los tres: pan con queso y café para Motoo, una cocacola light para ella, y para Pete, pan con queso y cocacola light. También tenían cervezas, pero Motoo pensó que hacía mucho frío para beber una. Linda estuvo de acuerdo. Uno de los concejales del municipio de San Clemente, en cambio, pensaba que era un excelente día para emborracharse. Se sentía gordo, se sentía cansado e inútil, sentía que la vida no tenía sentido, extrañaba a una ex novia de la juventud, sabía que olía mal y que los vecinos de la ciudad no lo respetaban. A su favor estaban sus ingresos, más de lo que nunca había esperado ganar (redondeaba los 400.000 pesos cada mes) y que el alcalde parecía estimarlo (siempre lo saludaba, incluso lo trataba con un diminutivo de su apodo). Chino, el concejal, entró poco después que la familia de Motoo a La Perla, proveniente de una de las reuniones que jueves a jueves congregaba a los concejales en el edificio consistorial de San Clemente, una vieja casona que se caía a pedazos. Saludó al dependiente, un viejo conocido de Chino, un ex-anarko-sindicalista-renovado que ahora coqueteaba con la multitendencia del Partido, aunque a diferencia de Chino, aun no se unía a él. No sospechaba que esa indecisión provocaría su ruina pocos meses después.
Chino pidió una cerveza barata y giró sobre su asiento, apoyando un codo sobre la barra mientras levantaba el otro para beber su primer sorbo. No era nada sencillo para un sujeto de su tamaño estar sentado en uno de aquellos pequeños sillines, así que no tardó en desistir de sus ridículos esfuerzos por parecer relajado, y se fue a sentar en el rincón más triste y oscuro del local, totalmente abrumado. Pero entonces se percató de la familia japonesa-norteamericana. Los ojos de chino refulgieron y una extraña vibración le recorrió la espina dorsal, de abajo hacia arriba y viceversa, lo que terminó por hacerlo expeler un silencioso pedo. "Este día puede dar un giro interesante...", se dijo así mismo, mientras tomaba impulso para levantar su pesada anatomía del asiento y caminar hasta el borde de la mesa de la familia Kimura.

7/16/2006

El fin de "Chino Tardío"

Unos tipos extraños han venido a molestarme y a pedirme que diga unas palabras acerca de Chino. Primero que nada, debo aclarar que no tengo nada malo que decir de Chino. Ni una sola palabra. Y esto se debe a una razón muy simple: todos los recuerdos que guardo de Chino datan de una época gloriosa de su vida, justo antes de que yo muriera y él me enterrara en el patio de su casa. Soy Oliver, el perro que acompañó a Chino durante sus mejores años —los últimos en el colegio y los primeros en la universidad— y ahora que volví a la vida espero pronto convertirme en su principal biógrafo.

Según me han contado, los intentos de Chino por traerme de vuelta a la vida datan de su segundo período como concejal en San Clemente. Fue en esa ilustre ciudad que Chino contrató a una medium parapléjica, especializada en encontrar cadáveres de mascotas desaparecidas, para que me contactara. Agradezco los esfuerzos de Chino y de la medium, pero quiero dejar algo en claro: estar muerto y ser contactado desde el mundo de los vivos es de lo más desagradable. Es como si te llamaran por teléfono pero tú fueras el teléfono.

El primer sonido que atravesó el umbral que separa el mundo de los muertos del de los vivos fue, como era de esperarse, un ladrido. Un ladrido mío. Chino, lo recuerdo, se sobresaltó y miró hacia fuera por la ventana de la casa de la medium. Pensó que le estaban robando el auto y que los perros ladraban. Pero era yo, Oliver, desde el otro mundo. La medium le dijo que ahora comenzaba el largo proceso de aprendizaje del lenguaje humano, mucho más rápido por no estar ya mi mente encerrada dentro de los límites del cerebro perruno, pero de todas formas muy prolongado. Lo primero, dijo, es darle al espíritu de Oliver un cuerpo, con la finalidad de hacer de la comunicación con él algo más "amable a la vista". Además que la estética oscura del espiritismo ya está pasada de moda; lo que se viene en espiritismo es “lo luminoso”, “lo alegre”, dijo la medium. Así que, desde ese momento en adelante, cada vez que me invocaban yo me corporizaba en una palm. Sí, una vieja palm que Chino tenía y con la cual solía hablar ya mucho antes de que yo la ocupara como cuerpo temporal, pues la quería mucho. La palm no funcionaba hacía décadas. Luego de la palm, utilicé como cuerpo temporal un viejo cajero automático de BancoEstado (fuera de uso desde la desaparición de la empresa). En ocasiones Chino comenzaba a abrazarme, pero en realidad estaba buscando por dónde sacarme dinero. Finalmente la medium me corporizó en un cuerpo femenino que Chino consiguió no sé cómo ni dónde. Cuando me vio con mi nuevo y definitivo cuerpo dijo "Nice, nice" y se frotó las manos. A veces me llama Oliver, a veces me llama de otras formas.

Estoy seguro que esos años memorables que compartí con Chino siendo un perro —y que, dentro de su biografía, llamo “Chino Clásico”— volverán ahora que he vuelto a la vida. A veces me dice que sigo siendo el mismo perro estúpido.

7/15/2006

DEL LIBRO
"INÉDITO DE POEMAS INÉDITOS"
DE CHINO
(Inédito)


Sorpresitas

La vida es como
un cable USB 1.0
también es como uno 2.0
es como un montón de cosas
la vida
la cagó


En 5 años más seré seco

A veces estoy leyendo en latín
leo 15 páginas seguidas
a veces con eso basta
pero otras, marco la página
y sigo otro día
y otras 15 páginas en latín
y con cuéa sé decir ave.

En stricto sensu no sé nada de latín.

Barbituriquitos

Cuando levanto el teléfono
siento que chirría
cruje, tiene estática
es una mierda de teléfono esta hueá:
no se oye nada
digo "aló, aló, aló"
y nunca hay nadie escuchando
igual, como que es súper tarde
así que me tomo una pastilla
para dejar de molestar a la gente.

Al otro día tengo heridas
en el corazón;
el corazón herido,
como si hubieran apagado cigarrillos en él
varias veces,
como si fuera una gracia,
y la gente, las minitas sobre todo
me piden que las deje de llamar drogado.
Ahí pongo cara de perro tonto.

7/10/2006

Extracto del libro "Historia no contada de San Clemente"

Una de las principales obras que la ciudad de San Clemente le debe a su dos veces elegido concejal, Chino, es la rampa para discapacitados que permite el ingreso al edificio consistorial. Es cierto que durante los primeros años el único que la utilizó era el propio Chino, una vez a la semana, cuando debía desplazarse en su silla de ruedas (que había comenzado a necesitar pocos meses antes a causa de su excesivo sobrepeso) hacia el municipio, a la reunión semanal que sostenían los concejales y el alcalde, pero eso no le resta mérito a su obra, que hasta la fecha ha permitido que 12 rudos campesinos de la localidad hayan tomado la determinación de postrarse, luego de décadas de duro trabajo, con las espaldas desechas y las articulaciones destrozadas, siguiendo el ejemplo de Chino y la facilidad otorgada por la rampa, la única existente en la ciudad. La rampa en cuestión lleva, como era esperable, el nombre de Chino. Una pequeña plaquita de bronce fue colocada en el borde inferior de la rampa pocas semanas después de la muerte del obeso y sin embargo querido concejal, en un austero pero emotivo acto, según recuerda la secretaria de la oficina de turismo (de quién se dice que, pero no hay que confiar fehacientemente en estos rumores, habría tenido una suerte de tórrido romance con Chino); pero un par de años después la placa debió ser retirada producto de la visita de un parapléjico de Santiago cuya silla de ruedas se enredó con la placa, lo que hizo que se volcara, y a la postre obligó al municipio de San Clemente a pagar una indemnización al visitante, que venía a consultar cual era la salida más rápida para llegar a Talca.

La placa desapareció misteriosamente mientras se buscaba un mejor lugar para ubicarla. Alguien denunció haberla visto publicada en E-bay para su venta, pero eso nunca fue confirmado.
Del libro de Chino para conquistar chicas

Método 46: "En el bus"

Como es sabido, cuando un viaje en bus se prolonga por más de cinco horas los sobrecargo tienen la obligación de anotar en una lista los nombres de los pasajeros, además de un número telefónico para llamar en caso de alguna emergencia (es importante aclarar que este método no sirve si es que la emergencia se presenta, por ejemplo, si el bus sufre un accidente. En tal caso, se recomienda el método 12: "Fingir heridas y dar lástima"). Cuando uno ya ha ubicado a la chica a seducir, debe verificar, en primer lugar, que ella provenga de la misma ciudad que uno, ya se la esté abandonando o viajando hacia ella. Acto seguido, intentar sentarse cerca o al menos estar cerca cuando ella le de su nombre y número telefónico al sobrecargo. La opción del acercamiento debe llevarse a cabo bajo cualquier pretexto, por estúpido que parezca (ir a buscar algo a la parte delantera del bus, ir a decirle una cosa importante al conductor, ir al baño, volver del baño, estar perdido, lo que sea). Lo único importante es que ella, la chica en cuestión, no lo encuentre a uno ridículo o raro (véase método 1: "El raro"). Los demás pasajeros pueden llevarse de uno la impresión que quieran. Una vez que se haya escuchado el nombre y el número, ellos deben anotarse inmediatamente. Si es que no hay papel a mano, los datos pueden memorizarse repitiéndolos todo lo que sea necesario, inclusive las cinco horas (o más) que queden de viaje. De todas formas, se recomienda anotarlos, de preferencia en un papel, aunque la piel humana, bien marcada con un objeto punzate (cuchillo, cortauñas), puede retener signos por algunas horas. De notar que las letras y números arañados en un brazo o una mano se borran o desvanecen, ellos se pueden repasar con el mismo objeto punzante. Se recuerda que por ningún motivo la chica a conquistar debe percatarse de estas retorcidas maniobras, pues podría pensar que uno es una mala persona. Una vez que se tiene el nombre y el número ya se tiene la mitad del trabajo hecho. Uno se puede olvidar de la chica por el resto del viaje, e incluso por algún tiempo. Una vez en casa, de vuelta del viaje, tomar el teléfono de la chica, marcarlo, esperar a que conteste y entonces comenzar a respirar en el micrófono del aparato, aparatosamente, si se quiere. También se pueden emitir gruñidos y gemidos. ¡Ya está! Ahora le toca a ella dar el siguiente paso.

7/05/2006

Idas y venidas

¡Chino! ¡Oh, Chino! ¿Qué ha sido de ti? Tantos años sin verte. La última vez que te vi estabas en esa ciudad de mierda. ¿Sigues engrupiéndote con temas fomes? ¿Hace cuánto fue, quinces, veinte años? Tanto tiempo. (Y pensar que me gustabas). ¿Yo? Sí, sí, estoy trabajando con mi papá, en su constructora. No, no como secretaria, si saqué mi título. Pero bueno, tú pareces que estás harto más gordito..., y estás quedándote pelado... Nooo, por acá andan todos iguales, arribistas y aburridos como siempre... Ya, me tengo que ir, mi marido me está llamando, chau.

6/20/2006

El Anuncio (II)

Lo que nadie sabía —a excepción de Alberto— es que, muerto o no en Concepción hace quince años, Chino había vuelto a morir dos o tres años después en Talca, sin siquiera enterarse. A partir del escasamente atendido anuncio de Chino, a Alberto le quedó claro que el obeso concejal nunca lo había llegado a saber y que, probablemente, nunca lo sabría. Mientras algunos se levantaban de la mesa en dirección al wurlitzer, Alberto se quedó mirando el fondo del enorme vaso de schop que se alzaba frente a él. Tres recuerdos se le vinieron a la cabeza.

Uno: fiesta en casa de Araminda. Chino acaba de llegar de regreso del corazón de las tinieblas. Está enfermo de la garganta y apenas puede hablar. Es como si Chino obedeciera a un pacto de silencio, como si esperara a entender primero él todo lo vivido en Talca, antes de poder narrarlo a otros. Pero no —Alberto trató de hacer memoria—, no es así. Chino habla hasta por los codos: que las plantaciones de choclo, que los temporeros, que la historia de los fundos en la VII región, que la Reforma Agraria, que el metro de cerveza…

Dos: bus de camino a Talca. Como el mismo Chino lo había hecho hace algunos meses (antes de la fiesta en casa de Araminda), Alberto viaja a Talca por trabajo. No se imagina cómo alguien puede ir allí si no es por obligación o por alguna cita inexcusable o circunstancia extraña parecida al destino (como tener que morir, por ejemplo). Intrigado por recuerdos y pensamientos, Alberto va decidido a observar las cosas con los ojos de Chino. Lo que significa más o menos cuatro cosas: simpatizar con un campesino o nativo de la zona, desear a una plebeya o mujer de la servidumbre, pagar a alguien para que beba una determinada cantidad de alcohol y pelearse con algún tipo enorme (debido a una apuesta, por ejemplo) para finalmente morir.

Tres: (el más difuso y largo de los tres recuerdos) Es de noche. Alberto está a la intemperie junto a un grupo de personas. Las ha conocido ese mismo día y han estado bebiendo. Mira a su alrededor y se percata de que está en un estacionamiento de tierra. A un lado está la carretera que conduce a Talca, al otro, un local nocturno. Una discoteca de provincias es un pésimo lugar para morir, se dice a sí mismo. Por primera vez en la noche se da cuenta de que va a morir.

Lo distrae la voz de una de las personas que vienen con él. Es una voz femenina. Es una chica más joven que él, de unos dieciocho o diecinueve años (Alberto, como Chino, tiene veinticuatro o veinticinco). Entran a la discoteca y la chica que va con Alberto, que le habla y le sonríe, deja su abrigo en la guardarropía. Sólo entonces Alberto se percata de lo bella que es. Va vestida con una minifalda de jeans, un peto color rosa, una pequeña chaquetita (también de jeans) y botas. Una indumentaria rústica pero atractiva, piensa Alberto. Parten todos a la pista de baile. Alberto se queda observando a la chica, quien baila junto con unas amigas. Pasa un tipo cerca y se la queda mirando. Ella baila feliz y distraída. Pasa otro. Y otro. De pronto Alberto se da cuenta de que todos los hombres la miran. La chica se quita la chaqueta, dejando ver un pequeño tatuaje con forma de flor en la parte baja de la espalda. Es un tatuaje grueso y feo, de líneas borrosas e irregulares. Un tatuaje así sólo puede ser obra de un marinero, piensa Alberto. Se imagina que esa frágil muchacha ya debe haber causado la muerte de unos cuantos tipos. Quizá también del marinero que le hizo el tatuaje. Intenta ahuyentar un montón de ideas desagradables que se le vienen a la cabeza, una de ellas: la grácil figura de la chica siendo aplastada y manoseada por uno de los gruesos sujetos que pasan cerca de ella y se la quedan mirando. Otra: los delgados huesos de la chica crujiendo. Por segunda vez en la noche Alberto se percata de que va a morir.

Un rato después Alberto está conversando con dos de los tipos con los que llegó. A uno de ellos no lo conoce en lo absoluto. Le pregunta qué hace y el tipo dice que hizo el servicio militar y que le gustaría seguir esa carrera. Siguen hablando, hasta que el tipo le ofrece a Alberto salir del local a ver el arma que anda trayendo. Incluso puede dejarlo hacer algunos tiros, si quiere. Por tercera y última vez en la noche Alberto piensa que va a morir.

El estruendo de una risa, la risa de Chino, hizo que Alberto volviera en sí, dejando atrás los recuerdos de hace quince años. Para relajarse bebió un trago de cerveza y se puso a pensar en el excelente puesto que acababa de obtener en el Ministerio del Interior.

6/06/2006

El Anuncio

Los primeros en llegar se sentaron en una pequeña mesa cerca de la puerta de entrada, a un costado de la rocola y con la barra a la vista. Conversaron un rato de actualidad, bebieron cervezas lager en botellas de 350 cc. y se preguntaron por los que aun no habían aparecido. Finalmente, cuando apareció Chino y la mesa quedó definitivamente chica, buscaron con la mirada otra mesa en el fondo y se fueron caminando apelotonados hacia ella comentando los cambios que el local había tenido en estos años, pensando que realmente recordaban como solía ser. No tardarían en llegar los demás, y cada vez que aparecía uno nuevo todos volvían a hacer los mismos comentarios y lanzar los mismos chistes que al principio, sobre la actualidad, sobre los que aun no habían llegado y sobre los cambios que la cervecería presentaba con el correr de los años.

Hacia la cuarta o quinta ronda de shops, Chino hizo el anuncio. Todos sabían que esa noche Chino haría un anuncio, ya lo había adelantado vagamente en un escueto mail que la mayoría había borrado rápidamente de sus saturadas casillas electrónicas. Los que se habían detenido a pensar un momento en qué tendría Chino que comunicarles a ellos, después de tanto tiempo sin verlos, supusieron lo más obvio: Chino se había decidido finalmente, había ahorrado lo suficiente y ya estaba todo listo y todo hablado para de una vez por todas acudir al cirujano a sacarse esos 110 kilos de grasa que a duras penas le permitían moverse.

Pero no. Chino no estaba dispuesto a renunciar a su enorme volumen, a su monstruoso cuerpo, a ese peligroso sobrepeso que lo habían lanzado a la fama (una fama patética, pero fama al fin) como el concejal más gordo del país. El anuncio que tenía que hacer Chino remitía a cuestiones totalmente diferente, a “cosas importantes”, como dijo él mismo antes de hacer una larga pausa para tratar de incrementar la tensión. Pero la cerveza ya había hecho su labor , y pocos escucharon a Chino cuando finalmente confesó: “Estoy muerto… Llevo años muerto. Fui asesinado por un grupo de Neonazis en Concepción… efectivamente fui perseguido, torturado y asesinado esa noche... Estoy muerto, hace poco lo descubrí, y puedo probarlo.”

5/30/2006

Andy & Larry

Es el futuro. Y como es el futuro —todo el mundo lo sabe—, lo más importante es la información. Todo el mundo lleva consigo la información necesaria para vivir, almacenada en pequeños dispositivos portátiles, muy parecidos a los actuales pen-drive. La gente lleva allí fotografías de sus seres queridos, certificados digitales, documentos, direcciones de correo electrónico, etc. El papel impreso ha perdido utilidad y sólo se conserva en tiendas de antigüedades y museos. La gente anda trayendo su vida en el bolsillo.


Desde luego que todo esto resulta muy inseguro. Por eso hay bancos de información, en donde uno arrienda un cierto espacio y respalda su vida. Ellos te cuidan los antecedentes (más que nada para que no los falsifiques tú mismo o mediante algún tipo que esté en el negocio) y actúan como notarios cuando tienes que presentarlos en alguna empresa para obtener un puesto. Pero en los comerciales sólo muestran las fotografías y los árboles genealógicos, y la gente feliz de resguardarlos.


Yo soy Aurelio y trabajo en una gran corporación. En un puesto más bien bajo. Tengo cuarenta años y vivo con mi única hija de ocho, ya que la madre de la niña me dejó. Mi día es extremadamente chato. Me levanto a eso de las seis de la mañana. Mientras camino a la estación del Metro me quedo mirando a los vagabundos que andan por las calles. Son tipos que no tienen ninguna información sobre sí mismos respaldada en ningún banco, ni sobre sus padres ni sobre los padres de sus padres. Casi se podría decir que no existen. En la calle también hay muchos predicadores. Tres me llaman especialmente la atención. Uno, neo-marxista, que se pone en la esquina de mi edificio y que siempre está despotricando contra el sistema informático –así lo llama él—, diciendo que es excluyente y perverso. El otro es de una iglesia con un nombre complicado. Éste dice que el fin del mundo está cerca, que está escrito en la Biblia, en un código secreto que sólo el ordenador más grande y poderoso del mundo podría descifrar. Y el último, para terminar de armar el circo, dice que las computadoras han corrompido al ser humano y que terminarán por tomar el control del planeta. Como les decía, mi día es bastante chato. Luego tomo el Metro, llego al trabajo, me siento en mi cubículo hasta las seis de la tarde y luego hago el camino de vuelta a casa.


Por la noche mi hija me pide que le lea un cuento. Cuando se ha quedado dormida, salgo de la habitación y apago la luz tras de mí. Siempre me pregunto porqué los niños ya no piensan en fantasmas ni en monstruos, ya no sienten temor ni se asustan.


Así es mi día. O así era, hasta que comenzó el gran descalabro. Primero pensaron que eran virus. Después, como todos los mensajes que aparecían se parecían tanto, pensaron que era uno y el mismo virus, que atacaba a todos los ordenadores en masa. Pasada la primera oleada, fue un martes 13, al otro día todo el mundo andaba nervioso. Por la información que se podía perder, desde luego, pero también por el tono de los mensajes que dejaba el supuesto virus. Para que se hagan una idea: eran imágenes y frases como sacadas de una película de terror, salvo que rápidas y difusas. De hecho, al principio no hubo gran pérdida de información.


En efecto, se pensó, los virus forman parte de una gran conspiración para destruir el sistema informático. Pero no. Luego se pensó que se trataba de alguna maniobra para tomar el control del sistema informático. Pero tampoco. Y al fin, mucho, mucho después, se supo: eran las almas de los muertos que volvían, las almas de los que habían existido antes o fuera del sistema informático, tal y como lo decía el código secreto de la Biblia. Yo lo descifré. Lo único que no hicieron fue tomar el control del planeta.

5/24/2006

II


Francis se acercó sigilosamente a Motoo, más que por timidez, para no espantarlo, y se sentó a su lado antes de que Motoo pudiera reaccionar y hacer lo que siempre hacía: huir en busca de la soledad. Francis acorraló a Motoo y lo obligó a conversar con él durante ese descanso.
Motoo era, a todas luces, el niño más tímido y con el aspecto más débil y extraño de la clase. Francis, en cambio, a pesar de que también era tímido, para sus cortos 10 años era uno de los alumnos más altos de su nivel. Con el tiempo las cosas se invertirían y Motoo terminaría superando por más de 10 centímetros la altura de Francis, pero hasta ese momento la intrincada genética del desarrollo jugaba a favor de Francis, determinando tal vez la clase de comportamiento apagado y taciturno que Motoo demostraría toda la vida, en oposición a la timidez oculta tras una behemencia única que Francis, uno de los más reconocidos asesores que tendría el departamento de estado norteamericano en la década de los 90, haría su sello personal de éxito.
Pero, quién sabe ya a estas alturas por qué, esa mañana Francis necesitaba hablar con alguien (en general también permanecía solo y silenciosos durante esos descansos entre lección y lección) y creyó que el niño más tímido de la clase tendría algo interesante que decir.
Durante todo ese año, Francis y Motoo entablaron una extraña y fructífera amistad. Extraña, porque para ser niños tomaban cada tópico de conversación con una seriedad y una profundidad inusitada; y fructífera puesto que, cuando llegó la hora de decir adiós al año siguiente, cuando la familia Fukuyama decidió migrar a Estados Unidos, Motoo había inducido a Francis a dedicar su vida a la ciencia. Francis, por su parte, creyendo que todo aquello de que "en la biología estaba el único camino posible para el desarrollo de la humanidad" (máxima que guiaba todo el discurso de Motoo) era idea suya, partió a América pensando en que algún día, cuando tanto él como Motoo fueran biólogos reconocidos, volvería a encontrarse con su amigo para generar la clase de teorías que transforman al mundo.
Sin embargo, al llegar a Estados Unidos el mundo de Francis se transformó radicalmente. Era una sociedad tan profundamente diferente y que planteaba una clase de exigencias tan abismalmente opuestas a las que había tardado más de 10 años en habituarse en su japón natal, que pronto dejó siquiera de recordar a su amigo Motoo y de plantearse problemas de índole biológica; esos eran temas casi míticos, casi fantásticos, temas que no tenían nada que ver con la realidad que podía observar cada día, con la serie de eventos políticos, sociales y filosóficos que iban transformando su época y todo lo que él había comprendido como parte integral de un mundo pragmáticamente organizado, estructurado para que el ser humano pudiera dar un paso más allá de su naturaleza en busca de la felicidad.
Así, no volvió a pensar en Motoo, hasta que hacia principios de la década de los 70, ante una pregunta realizada por uno de sus alumnos más torpes, en la cual intentaba vincular los últimos progresos de la genética con los procesos sociales que se daban en el seno de la guerra fría, pregunta en la que más que proponer algo dicho torpe alumno intentaba hacer que Francis realizara él la síntesis entre esos dos tópicos, pregunta que estaba formulada de tal manera que pareciera una pregunta inteligente pero que viniendo de quién venía ni siquiera merecía el beneficio de la duda, pregunta para la que Francis no tenía respuesta ya que no se había interiorizado respecto a los recientes avances de la disciplina genética, ante dicha pregunta, Francis decidió investigar qué había de apasionante o revolucionario en el campo de la biología para que hasta el más estulto de sus estudiantes estuviera pendiente.
Así fue como Francis descubrió en Nature una de las controversias más encendidas que se ha dado desde el descubrimiento del modelo de la doble cadena de ácido desoxirribonucleico: el choque de realidades que las investigaciones bioquímicas produjeron al indagar en torno a los mecanismos evolutivos que guían las transformaciones nucleotídicas, las mutaciones del DNA, y que dieron origen a la teoría neutralista de la evolución del genoma, a la única concepción no darwinista de la evolución que cuenta con pruebas científicas que la respaldan.
Francis se interesó bastante por este debate y decidió seguirlo, indagar en él y tratar de comprenderlo con los escasos conocimientos en biología que conservaba del bachillerato. A pesar de que ni siquiera se sentía capaz de explicar la teoría de la evolución darwinista, sí se sentía parte de ese dogma fundacional y el cambio de paradigma (a pesar de que en aquellos años el concepto de paradigma científico todavía no alacanzaba el grado de aceptación y divulgación que está implícito en esta frase) que podría implicar la teoría neutralista estaba estrachamente relacionada con lo que eran sus intereses más inmediatos. Sin embargo, tardó en asociar el nombre del investigador japonés que proponía y defendía el neutralismo con el de su amigo de infancia, Motoo Kimura, también conocido como el "genetista de las tres piernas".

5/23/2006

Así comienza esta historia

Esta es la historia de Chino. historia. Todo comenzó en el verano del año pasado. Yo estaba viendo las noticias y como era verano, no pasaba nada en el país. El noticiario estaba llegando al final, cuando anunciaron una nota con el siguiente titular (quedó grabado a fuego en mi mente): "Gata adopta a dos perritos cachorros". Había ocurrido en Polonia, o en un estado de los Estados Unidos, como Montana, o en algún lugar de Australia, la cosa es que, en ese momento, algo me dijo que todo estaba por cambiar. Yo sé que suena estúpido. No los culpo. Pero ese día supe que (especialmente si había ocurrido en Montana, donde creo que había ocurrido) todo iba a ser distinto.