7/10/2006

Extracto del libro "Historia no contada de San Clemente"

Una de las principales obras que la ciudad de San Clemente le debe a su dos veces elegido concejal, Chino, es la rampa para discapacitados que permite el ingreso al edificio consistorial. Es cierto que durante los primeros años el único que la utilizó era el propio Chino, una vez a la semana, cuando debía desplazarse en su silla de ruedas (que había comenzado a necesitar pocos meses antes a causa de su excesivo sobrepeso) hacia el municipio, a la reunión semanal que sostenían los concejales y el alcalde, pero eso no le resta mérito a su obra, que hasta la fecha ha permitido que 12 rudos campesinos de la localidad hayan tomado la determinación de postrarse, luego de décadas de duro trabajo, con las espaldas desechas y las articulaciones destrozadas, siguiendo el ejemplo de Chino y la facilidad otorgada por la rampa, la única existente en la ciudad. La rampa en cuestión lleva, como era esperable, el nombre de Chino. Una pequeña plaquita de bronce fue colocada en el borde inferior de la rampa pocas semanas después de la muerte del obeso y sin embargo querido concejal, en un austero pero emotivo acto, según recuerda la secretaria de la oficina de turismo (de quién se dice que, pero no hay que confiar fehacientemente en estos rumores, habría tenido una suerte de tórrido romance con Chino); pero un par de años después la placa debió ser retirada producto de la visita de un parapléjico de Santiago cuya silla de ruedas se enredó con la placa, lo que hizo que se volcara, y a la postre obligó al municipio de San Clemente a pagar una indemnización al visitante, que venía a consultar cual era la salida más rápida para llegar a Talca.

La placa desapareció misteriosamente mientras se buscaba un mejor lugar para ubicarla. Alguien denunció haberla visto publicada en E-bay para su venta, pero eso nunca fue confirmado.

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